La música y la danza en tiempos de la Constitución de Cádiz

Ilustradas armonías, ritmos castizos - los expatriados

A través del puerto de Cádiz y de la frontera francesa no fueron pocos los músicos que se vieron obligados a abandonar el país por diversas razones. Algunos buscando completar su formación, como el bilbaíno Juan Crisóstomo Arriaga y Balzola, y otros por motivos profesionales, como Manuel García. Aunque muchos compositores e intérpretes tuvieron que exiliarse por los acontecimientos bélicos y políticos que se iban sucediendo durante esta tormentosa etapa. La mayor parte de ellos fijaron su residencia en Londres y París, y a casi todos les unía un ideario liberal. Este podría ser el caso de los compositores José Melchor Gomis y Rodríguez de Ledesma; el pianista, pedagogo y compositor Sixto Pérez; los guitarristas y compositores Trinidad Huerta, Fernando Sor, Dionisio Aguado y Salvador Castro; y el compositor y concertista de piano Santiago de Masarnau. Su estancia en el extranjero les facilitó el contacto con otras personalidades exiliadas –en Londres, por ejemplo, con José María Blanco White, gran aficionado a la música, Pascual de Gayangos, Álvaro Flórez Estrada, José María Calatrava, Mendizábal, Agustín Arguelles, Antonio Alcalá Galiano, y los ya citados Juan Bautista Arriaza y Cristóbal de Beña; en París, con el Conde de Toreno, Francisco Martínez de la Rosa y Andrés Borrego, entre otros–, quienes les ayudaron a dar a conocer su obra en ámbitos filarmónicos más cosmopolitas que los de la España del momento. La vuelta de muchos de ellos supuso, por otra parte, la llegada de las corrientes románticas europeas, como es el caso paradigmático de Rodríguez de Ledesma.

Al otro lado del Atlántico, la música que se consumía y producía en las ciudades más importantes de los territorios ultramarinos, dependientes aún de la corona española y en pleno proceso de independencia, refleja los acontecimientos de la metrópoli. En algunos casos, también a través de la obra de compositores exiliados como Manuel Antonio del Corral, que desarrolló parte de su carrera profesional en México y dio a la luz obras de título tan significativo como la ópera El saqueo o Los franceses en España. En el arte de la danza, encontramos un caso similar con la llegada a la capital mexicana de los hermanos Juan y Antonio Medina; el primero de ellos, afamado bailarín y coreógrafo en el madrileño Teatro de los Caños, formó una importante compañía que, en los albores del nuevo siglo, fue introduciendo en Nueva España las danzas de tradición bolera y los títulos más importantes del ballet d’action que su hermana María y su cuñado Viganó interpretaban en los principales coliseos europeos.

 Que viva la Pepa. Ciego que toca la Chifonía y su lazarillo. Antonio Rodríguez / José Vázquez, grabado. 1801
Que viva la Pepa. Ciego que toca la Chifonía y su lazarillo. Antonio Rodríguez / José Vázquez, grabado. 1801
Museo de Historia de Madrid, inv. 24108