La música y la danza en tiempos de la Constitución de Cádiz

Ilustradas armonías, ritmos castizos - el teatro

Como espacio de sociabilidad y ‘escuela de costumbres’, el teatro es un punto de referencia obligado. Las funciones que se representaban en los principales coliseos no sólo muestran los gustos del público sino que constituyen, en muchos casos, un fiel reflejo del espíritu y los acontecimientos de la época. Probablemente, la música escénica, en todos sus géneros y manifestaciones, fue lo más popular y destacado del momento. La ópera, a cargo de compañías italianas que se repartían las plazas más importantes —como Madrid, Barcelona, Cádiz y Valencia— mantenía un repertorio que era habitual, desde finales del siglo XVIII, en toda Europa con obras, principalmente, de Giovanni Battista Pergolesi, Pasquale Anfossi, Domenico Cimarosa, Vicente Martín y Soler, Giuseppe Sarti, Giovanni Paisiello, entre otros. A medida que avanza la centuria se observa una renovación de las carteleras con las de autores como Giuseppe Gazzaniga, Valentino Fioravanti, Vincenzo Pucitta, Luigi y Giuseppe Mosca, Ferdinando Paër, Pietro Carlo Guglielmi, Giovanni Pacini y, sobre todos, la estrella fulgurante de Gioacchino Rossini, que encontrará seguidores locales de talla de Ramón Carnicer.

La opéra-comique tuvo en España una presencia notable, hasta el punto de que se llegaron a estrenar casi un centenar de títulos desde finales del siglo XVIII hasta la década de los veinte del siguiente. Sobre todo, en ciudades como Madrid y Barcelona se puede ver el favor del público por unas piezas donde se alternan números cantados y declamados, justo antes de la llegada espectacular de Rossini y sus coetáneos. Esta presencia en los escenarios españoles de compositores franceses —cuyo número sobrepasa la veintena— y de algunas de sus más famosas piezas líricas del periodo revolucionario y bonapartista —casi siempre traducidas al español y en menor medida al italiano— ejerció una apreciable influencia en las obras que estrenan durante estos años autores como Esteban Cristiani y, sobre todo, en las del tenor y compositor sevillano Manuel García. Los músicos franceses más representados, y con mayor número de títulos, son André-Ernest-Modeste Grétry, Nicolas Dalayrac, Pierre Gaveaux, Étienne-Nicolas Méhul, Henri Montan Berton, Pierre-Antoine-Dominique Della-Maria, Nicolò Isouard y François-Adrien Boieldieu.

En cuanto a los llamados 'géneros menores' —por su duración y función de relleno en piezas de más de un acto, no por su calidad y preferencia de los espectadores—, como las tonadillas escénicas, melólogos, sainetes con música, piezas alegóricas, fines de fiesta, etc., son las primeras las que se mantuvieron invariablemente en las carteleras de todos los coliseos hasta bien entrado el siglo XIX. Los títulos de Blas de Laserna, Pablo Esteve, Antonio Rosales, Pablo del Moral, Jacinto Valledor, José Castel, Bernardo Álvarez Acero y demás autores del género, seguían atrayendo a un público urbano deseoso de escuchar unas seguidillas, fandangos, tiranas, polos y cachuchas que habían pasado ya al acervo popular, y de ver en las tablas a unos personajes característicos encarnados por sus cómicos y tonadilleras preferidos.

 JTonadilla a cuatro. Nueva venganza con un amante una dama, de Bernardo Álvarez Acero
Nueva venganza. Tonadilla a 4. Bernardo Álvarez Acero.
Madrid, Biblioteca Histórica Municipal, Mus. 172-9